martes, 18 de marzo de 2008

LA ESPAÑA DEL 12 (O ASÍ)

Los ingleses del siglo XVIII eran mala gente, o si no mala gente, al menos sí un poco pesados. Porque había que ser pesado para intentar tomar Cádiz por la fuerza una docena de veces, y encima no conseguirlo.

Yo creo que era envidia, para qué engañarnos. Envidia de un imperio colonial en el que nunca se ponía el sol, envidia porque en nuestras colonias no había rebeliones (no como en las suyas: los Estados Unidos se les habían independizado), pero sobre todo porque eran muy prósperas. Y Cádiz era la joya de la corona, pues desde aquí se manejaba gran parte del comercio colonial.

Ahora entenderéis por qué nos aliábamos con los franceses, no porque el tal Napoleón fuese de fiar (que no lo era), ni porque fuera muy poderoso (eso, mira tú, ya sí lo era), sino porque los ingleses le tenían tanta tirria como a nosotros, y ya sabes lo que dicen: el enemigo de tu enemigo es tu amigo.

Eso sí, menuda tunda que nos llevábamos cada vez que nos juntábamos con Napoleón. En 1805 nos dio por mandar una flota conjunta a la francesa para derrotar a los malditos ingleses. Teníamos más barcos, peleábamos en Trafalgar, al ladito de casa como quien dice, pero que va: nos vapulearon de lo lindo. Luego, en 1808, Napoleón nos pidió permiso para pasar por España camino a Portugal, que era amiguita de los ingleses, y había que darle una lección. La lección no la llevamos nosotros, porque antes de darnos cuenta, nos habían secuestrado a la familia real, nos habían impuesto al hermano de Napoleón, José I, como monarca, y encima los franceses se habían hecho con el control de casi todo el país.

Como el rey no estaba, se reunieron las Cortes del reino. Lo primero que decidieron fue hacer una maratón popular hacia Cádiz, o lo que es lo mismo, correr como locos hacia el sur, antes de que los ejércitos de Napoleón los alcanzaran.

Primero se establecieron en la Isla de León, San Fernando para los amigos, pero luego se trasladaron a la más segura y fortificada Cádiz. Y mira por donde, aprovechando que los ingleses todavía estaban rondando las costas gaditanas, y siempre fieles a la idea de que el enemigo de tu enemigo es tu amigo, confraternizamos con los británicos y nos echaron una mano.

Las Cortes, influidas por los burgueses de ideas avanzadas, acabaron proclamando una Constitución que buscaba modernizar el país, acabar con las oscuras tradiciones y acabar así con el absolutismo (que no con el rey, que seguiría teniendo un gran poder, aunque limitado por las leyes). Y así, en medio de las bombas francesas, a las que respondían a tiros milicianos de Cadi Cadi, se proclamó en 1812 la primera Constitución de España.

En 1814 los franceses fueron derrotados. Nos gusta pensar que los gaditanos tuvimos algo que ver, y los españoles muchísimo de culpa, porque les tuvimos acongojaditos y fastidiados con las guerrillas anti-invasoras, que hoy día las noticias francesas habrían llamado células terroristas, pero bueno, la cosa es que ganamos y los franceses se fueron.

Esta es la parte buena de la historia. La mala es que cuando Fernando VII llegó como monarca, abolió la Constitución, encarceló a los Diputados liberales y restauró el absolutismo. El pueblo gritaba aquello de “Viva las cadenas”, y la nobleza y las altas jerarquías se tranquilizaron al descubrir que todo volvía a ser como antes.

Pero los gaditanos somos también un poco pesados, no os quepa duda, y cuando creemos que algo funciona lo intentamos una y otra vez. En 1821, el general Riego hizo un levantamiento en Andalucía que logró traer de nuevo las Constitución del 12. Por desgracia, los reyes absolutos europeos se tomaron muy mal este hecho, no fuese a ser que sus súbditos tomaran ejemplo, y mandaron un ejército llamado “Los Cien Mil Hijos de San Luis” (que no eran cien mil exactamente, ni mucho menos todos hijos del tal Luis, que el tipo sería santo, pero no superhombre).

El gobierno se refugió en Cádiz, pero como a los ingleses les importábamos ya un pimiento, las colonias estaban revelándose (en parte por culpa del regreso del absolutismo, que les había negado cierta autonomía), la ciudad se rindió, Fernando VII volvió a ser un rey absoluto y al pobre Riego lo ejecutaron. Exilio y cárcel para los liberales, otra vez.

Aún así, la Constitución del 12 influyó muchísimo a la de multitud de países, tanto europeos como americanos. Esa es la desgracia de nuestro país, que las buenas ideas que tenemos acaban funcionando mejor fuera que dentro.

Y fin.

3 comentarios:

Ivlas dijo...

Lamentable organización de la Gymkana.
Pruebas en las cuales los encargados se encontraban ausentes (a saber dónde estarían...).
Pruebas en las cuales, los mismos encargados, desconocían los datos de los que hablaban; hasta carecían de los elementos que debían dar a los participantes (si se llegaba demasiado "pronto" a alguna prueba, el encargado podía no haber recibido aún el material necesario...).
Pruebas canceladas sin previo aviso.
Cambio de las normas del juego una vez iniciado éste (no se cómo lo hicieron de manera que no se enterara la mayoría de participantes...).
Personajes que debían estar al lado de una "bandera" (puntos de encuentro) pero se cambiaban a más de 200 metros sin señalar por motivos "personales"...

¿Qué más comentarios merecen estos hechos?
Repito: Lamentable organización.

El Liberal dijo...

Muchas gracias por tu opinión, Ivlas, pero para que estas palabras lleguen a la Organización debes enviar un correo con el asunto: "Opinión Gymkana" a:

cijcadiz@terra.es

Así, la Organización podrá tener en cuenta los defectos que viéseis y mejorar de cara a próximos años (esta ha sido la primera gymkana, y a la inexperiencia se sumó la lluvia).

A fin de cuentas, aunque sea un juego gratuito, lo ideal es que funcione a gusto de todos. ¡Escribid, da igual que sean críticas buenas o malas!

Hispanus dijo...

Hola

Me ha gustado mucho tú forma de contar la Guerra de la Independencia y la posterior llegada de Fernando VII.

Desde luego, Cádiz es mucho Cádiz.

Un saludo, David de Sevilla.