Cuando los diputados llegaron a Cádiz en 1810, la ciudad contaba con un solo periódico importante: El Diario Mercantil. Sus noticias eran más de tipo económico: anuncios comerciales, valores del cambio de moneda, y toda la información que era necesaria conocer en una ciudad que vivía del comercio internacional.
Pero al poco de llegar, las Cortes reconocieron la libertad de imprenta, o lo que es lo mismo, el fin de la censura escrita, que en España aún corría a cuenta de la añeja Inquisición. La única limitación para publicar era el tener dinero para hacerlo y el reunir material de suficiente calidad.
La proliferación de periódicos fue tremenda. Algunos se consagraron entre los lectores gaditanos (El Conciso llegó a tener una tirada de 2000 ejemplares, algo tremendo si tenemos en cuenta el nivel de analfabetismo de la época), y otros no duraban demasiado (El Observador duró dos meses,
Las noticias solían ser, principalmente, referentes a las leyes que se estaban discutiendo en las Cortes. Temas como la guerra eran tratados con más problemas, pues no olvidemos que Cádiz era una ciudad sitiada y las noticias – que ya de por sí tardaban en cruzar el país – tenían aún más obstáculos para llegar.
Más importante aún que las noticias fueron los artículos de opinión. Gracias a ellos, se empezó a crear una incipiente opinión pública. Los lectores compraban la prensa no sólo acorde a las noticias que dieran, sino a la ideología de la publicación y la calidad de sus comentaristas. Así, había periódicos que defendían las Cortes y
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